Fernando Manzone es arquitecto -afortunadamente el español en su riqueza nos evita confusiones al permitirnos separar claramente el ser del estar!- y su trabajo constituye más que una tarea que ejerce con pasión (aunque no la excluye): es su identidad.

Al igual que el artista que no puede dejar de descomponer el espacio en 1íneas y colores para recomponerlo a su gusto,Manzone se acerca a una obra como el escultor que busca en los materiales su potencialidad y establece con ellos un intercambio que nos sorprende y excluye a la vez; como si se tratara del intérprete privilegiado de un idioma desconoc ido en un diálogo sin palabras.

La pretendida naturalidad que encontramos en ciertas obras del Arquitecto Manzone, nos hace olvidar por momentos que tal coherencia no puede resultar mas que de un aporte externo. Y es así como nos vemos recorriéndolas con la extraña sensac ión de que los espacios no podrían estar dispuestos de otro modo y dando por sentado el resultado.

Sin embargo, repentinamente aparece algo que nos hace recordar que detrás de este ensamblaje casi natural y perfectamente concebido, hay alguien jugando con los espacios,con los volúmenes,con los colores;un hombre que en este juego logra encontrar la forma más acabada de recomponer un rompecabezas enorme que por otro lado no existió antes de que él lo concibiera de esa forma.

Y es allí cuando nos maravilla que la excelencia del arquitecto termine encontrándose en su invisibilidad misma, en una obra que ha cobrado coherencia y ha tomado prestada para sí un alma.

Marina Calvo